Solo es un hombre muerto

¿Es esta tu última respuesta? Preguntó el matón con indiferencia. – Sí -, contestó el pescadero con más dignidad que muchos de los chulos que pululaban por el barrio y que a la hora de ajustar cuentas se deshacían en llantos implorando piedad.

Un corte limpio sajó su garganta de lado a lado. Apenas un intento por respirar sirvió para que esa fuese su última acción entre los vivos.

El matón limpió la navaja de barbero en la solapa de la chaqueta del difunto. Sin remordimientos.

Dos golpes en la puerta le pusieron nuevamente en tensión.

– ¿Quién es?

– Soy yo, el chino

– Pasa

Aquel al que apodaban el chino entró en la habitación con cara de prisas, cruzó su mirada con la del matón apenas un segundo antes de ver el resultado de su trabajo.

– ¿Lo has matado?

– No, está durmiendo, ¡No te jode!

– Pues sí que la hemos hecho buena…
El matón lo miró con cara de hastío.

– ¿Y ahora qué?

– Nada, que este no era

– ¿Cómo que este no era? Explícate…

– Pues que no era, que no, que la mujer del jefe ha cantado y este no era el pringado que se la tiraba

– Bueno…, ¿y qué?

– Nada, por mí nada

– ¿Está la Mónica por ahí?

– Sí, por ahí anda

– Pues dile que se prepare, me apetece echar un polvo, después de degollar cerdos siempre me pasa lo mismo: me apetece follar

– ¿Y con este qué hago?

– Haz lo que quieras; solo es un hombre muerto.

Gallego Rey. Derechos Reservados.

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