No hay lámparas ni enojos
en tan poca quietud de espacio.
A intervalos nos alumbramos
con tus ojos y los míos
danzando con la canción
dónde estás que no te veo,
aunque se añore un poco el equilibrio
vertical dañado a coscorrones
contra el firmamento de madera y yeso.
Te amo.
Me amas.
Eso es todo.
A pesar de la morfología invisible
y los arrebatos de tempestad
en los lamentos de los perros
aullando a la luna nuestros
deseos más gamberros.
El amor es así mas ciego que nunca,
en este chiribitil donde te veo con la yema
de mis dedos y la punta de la lengua.
Y sabes a gloria y a la sal del sexo.
Si hubiésemos elegido la habitación grande
con los mejores amaneceres
no sería lo mismo:
tú tendrías un nombre;
yo tendría el mío,
y nos veríamos cara a cara
con nuestras insuficiencias.
Está bien así,
sin conocernos de nada.
©Gallego Rey