Me sirve una yacija
con tu cuerpo al lado
para zumbar esta noche
la mala sombra de meses a solas.
Quiero hacer contigo
un derrumbe de amor y dolor
que el odio incinerado
– al conocernos –
en vano nos enfrentó como escorpiones, y ahora,
sereno,
multiplica el ansia de regocijarnos
como en la guerra;
sin marcha atrás;
carne contra carne,
sin treguas ni rendiciones.
Una yacija
y mis propias tinieblas con tu luz,
me sirve,
y como acabado de nacer tu cuerpo elevando delirios;
atronando como un volcán
que escupe lujuria y humedad
arrastrando consigo
mi propio cuerpo;
enclenque;
intruso;
ganándose cada extravío de tu aliento y el derecho a diluviar
en tu vientre el curso
de una nueva vida.
Luego,
cuando amanezca la oscuridad,
déjame en la yacija como a un muerto a la orilla del paraíso,
y vete llevándote contigo
mis cenizas y el recuerdo.
Gallego Rey. DERECHOS RESERVADOS.